martes, octubre 10, 2006


Hoy Frentepartida cumple dos años.
Desde entonces hasta ahora muchas cosas han cambiado. Él me ha enseñado el complicado ejercicio de la desaparición física en presencia de otros.
Hasta que él nació, yo permanecía en un lugar visible. No en una localización preferente pero al menos era fácil de distinguir. Ahora mi yo ha desaparecido por completo en función de su ser. Me dedico a conservar su óxigeno limpio de impurezas. Pretendo que obtenga con el tiempo el premio de un corazón capacitado para amar y sentir plenamente. Un espíritu sensible es un espíritu doliente y libre, capaz de sentir la vida en estratos invisibles para el resto de los consumidores.
Frentepartida abrió el camino de mi carazón. Luego llegó Baby hi-gota y entendí que me encontraba en ese delicado momento de aprender a ceder un testigo. Por primera vez en mi vida me siento dentro de una cadena natural de forma irremediable. Este pensamiento me desconcierta.
Ahora sólo quiero pensar en los dos años de felicidad que me ha regalado Frentepartida y en todas esas sensaciones nuevas para mi que ha reportado su sola presencia.
Gracias Luis. Te quiero.

sábado, septiembre 23, 2006


Únete a nosotros.
Serás afortunado de poder contar con un plantel de elementos sin escrúpulos que te garanticen un enriquecimiento prematuro a un bajo costo. Comenzarás a apreciar la realidad en función de su valor de mercado. Adquirirás productos impensables hasta ahora. Podrás multiplicar esas adquisiciones. Triplicarlas. Bañarás tu piel en oro y desecharás el inodoro que se atreva a palpar tus heces. Tu ambición no verá límites y tu codicia te arrastrará hasta la locura . Bendita locura que hará olvidar los tiempos en los que no eras nadie. Ahora tu entorno suplicará tu presencia. El poder será el aire que alimenta tu vida.
A cambio tendrás que mirar hacia otro lado. Tu cuello girará 180 grados y tu mente permanecerá en blanco. Tus pensamientos serán activados sólo para recibir la compensación. Eres mudo. Trágate la lengua. Finge no tener alma. En poco tiempo realmente la perderás, no te preocupes.
Necesitamos a gente como tu. Mentes estúpidas que no cuestionen. Muñecos de un todo a cien. Tu verdadero valor es tu presencia. No nos importa que contengas.
Acércate. Te estamos esperando. Únete a nosotros. Un poco más. Así. Vamos ven. Es la oportunidad que estabas esperando.

domingo, septiembre 17, 2006



Definitivamente el domingo es el día del señor. De todos los señores que utilizan el día para acicalar sus flamantes vehículos y lucir su potencial para demostrar al mundo que ellos y sus máquinas son un mismo ser.
Caballos alborotados, elevalunas como soles y equipos de sonido listos para la gran función. Litros de agua despilfarrados sin ton ni son para sacar brillo a esas pinturas metalizadas que tan buen resultado dan con los reflejos solares del atardecer. Motores que se muestran como la prolongación del miembro viril que hay que cuidar y proteger como seña de identidad.
Resulta muy divertido frecuentar las terrazas al aire libre los domingos donde se sirven litros de cerveza y ver como alrededor del establecimiento se amontonan vehículos a cuatro, dos y hasta tres ruedas. La llegada y la partida del individuo motorizado al establecimiento es el momento cumbre de la demostración de poder. Si el sujeto lleva una gran motocicleta no dudará en poner sus tubos de escape al rojo para anunciarnos su llegada como si de un paje real en diciembre se tratara. A medida que el coche gana en antigüedad se va haciendo notar mucho menos. Los vehículos de más de diez años suelen aparcar sigilosamente al fondo del aparcamiento o en la calle paralela donde nadie será testigo de su vergüenza.
El espectáculo llega a su momento de éxtasis cuando aparece brillando como un lucero uno de esos vehículos VIP con otro de aquellos tipos sacado de una película de Torrente. Este pavo real sin corona suele hacer un completo uso de la longitud de su trasatlántico interponiéndolo entre su pequeño cerebro y la puerta del establecimiento de forma que hasta el perro del dueño tiene que ver aquel dinosaurio con ruedas. En el fondo todo el mundo menos él sabe que es un perfecto cretino pero nadie se atreve a hacerle el enorme favor de confirmárselo.
Una vez yo tuve es valor. Me encontré de bruces con un ejemplar de estos que había tenido la brillante idea de aparcar su mastodonte en medio de la acera. Evidentemente no se encontraba a más de 15 mm. de distancia de su alter ego motorizado y me fue fácil dar con él. Pruedentemente le invité a que apartara su “aparato” de mi camino a lo que él respondió que estaba tomando unas cervezas y que sólo iba a estar un momento (cuánto es un momento cuando se habla de tomar unas cervezas?). Momento preciso en el que yo pasaba con el carrito de mis hijos. En un arrebato paternal tuve la poca acertada idea de arrancarle de cuajo uno de sus espejos retrovisores. Lo que vino después no puedo contarlo aquí. Utilicé sus códigos primitivos de forma demasiado explícita y casi me cuesta un disgusto. Esto me enseñó que a un macho auténtico jamás debes tocarle el vehículo porque es algo tan aferrado a sus testículos que pueden llegar a matar para protegerlo.
Recomiendo el uso del transporte público.
por razones de fuerza mayor estoy cambiando el diseño del blog. A ver como queda

sábado, septiembre 16, 2006


Después de este largo letargo la vuelta a la irrealidad supone encontrarse de nuevo con antiguos fantasmas posveraniegos. Este tiempo, para mi el más creativo del año por su especial cruce de caminos emocionales y meteorológicos, pone fin a un interminable y asqueroso verano de fuertes temperaturas, horas muertas y agotamiento mental. Los veranos se me plantean como una difícil cuesta arriba cada año más complicada de superar. El sur es un mal sitio por mucho que las campañas publicitarias inviten al turista a disfrutar de playas de arenas blancas, horas de sol practicando ese estúpido y dañino juego del golf y noches mágicas a la luz de una luna teñida por la historia y el encanto oriental.

Pero ahora estamos en septiembre. Dejemos atrás las noches de espaldas mojadas y pegadas al colchón y pensemos positivamente en una nueva temporada ilusionante. Un nuevo episodio que comienza con la vuelta al cole de El Corte Inglés y que da pie a que todo el mecanismo, inofensivo en agosto, se despierte con fuerza para mostrarnos su auténtica cara de fiereza. El maravilloso mundo del consumo abre sus puertas un año más para el deleite de sufridos trabajadores/as (que no se nos olvide) que encuentran en esa mañana de sábado en Carrefour la redención a sus pecados adquiriendo productos (el producto ilusionante es aquel que no esperabas conseguir. ese es el que disfrutas, especialmente si es tecnológico).

Yo sólo espero para esta nueva temporada poder seguir diseccionando mi realidad con mayor agresividad y cinismo que en la anterior, aun a riesgo de perder (si es que tengo alguno) lectores. Con esto no quiero que encuentren en este blog un espacio para el pesimismo y la depresión. Aunque si padecen esta lamentable patología mejor será que no vuelvan a entra aquí.

Disfrutemos el momento de transición, y no pensemos aun en el largo año que se nos avecina. Ahora tenemos lo mejor de los dos mundos.

Gracias por la paciencia.

jueves, julio 20, 2006


En el pueblo en el que vivo, hace ya bastantes años, los desbordamientos del Gadalquivir en época de lluvias, provocaron que el agua llegara al mismo centro de la localidad, que dista unos 3 kilómetros del propio cauce del río.
Yo era un adolecescente granudo cuando sucedió esto. Fue mi primera situación de peligro. Los adolescentes son una especie extraña que aprovecha las catástrofes para reafirmar su disconformidad con todo lo que le rodea. Yo no era ninguna excepción y aquellas riadas me trajeron esa indescriptible sensación de apertura y libertad que sólo el agua puede traer.
Hoy, algo más consciente e inamovible, me hace sentir mal recordar la inconsciencia de pensamiento que por aquel entonces disfrutaba.

De aquellas épocas de desbordes y desazón sólo queda el recuerdo y unas pequeñas piezas metálicas que muchos de mis vecinos adjuntaron al poyete de sus casas. Estas piezas eran unos carriles de metal donde el propietario encajaba una tabla de madera (la formica no servía. Se hinchaba y era destruida fácilmente por el agua). De esta forma ante el más mínimo atisbo de tormenta se echaba mano de la tabla que guardaban en el garaje. La altura que esas tablas protectoras alcanzaban era de unos 50 cm. Todo lo que pasase de esa altura podía ser catalogado como catástrofe doméstica en toda regla. Estoy seguro que si miramos con atención los bajos de los muebles del salón de algunos de mis vecinos, aun hoy tienen que quedar restos de barro adheridos a la madera.

Ese momento de crecimiento personal quedará unido en paralelo al crecimiento ocasional del río. Ahora todo eso está controlado mediante colectores voluminosos que retienen el agua y también todos aquellos recuerdos que me trajo el río.

Por suerte por las calles aun puedo seguir contemplando aquel ingenio para salvarse de las aguas del que hoy sólo permanecen los rieles metálicos. Estos objetos que el tiempo ha ido aparcando forman parte junto con otros de la historia de un pueblo. Objetos que referencian un hecho concreto sucedido en una época determinada y que el azar y la desconfianza en este caso han hecho que pasase a ser parte de la piel urbana. Piel marcada y curtida por el paso de los años y de los comportamientos, costumbres y rutinas de un río humano que no deja de fluir.

jueves, julio 13, 2006


Tras varias jornadas de observación y recuento he llegado a interesantes conclusiones.
Levanto la tapa del cubo de basuras una media de 15 veces al día. Abro la nevera 22 veces. Enciendo la vitrocerámica 8 veces. La despensa la visito 12 veces; en algunas ocasiones no hago uso de mi instinto depredador y en otras arraso con lo que haya.
Dentro de la cocina se desarrolla un proceso complejo de intercambio de energía. Un escenario de dimensiones reducidas donde bailo con pimientos, botellas de aceite, zanahorias, bolsas de garbanzos, y sobre todo con mi preferida, la cebolla, la única que me ha hecho llorar hasta caer rendido.
El momento sublime de colgarme el delantal significa lo mismo que para un futbolista calzarse las botas. El inicio de la vida.

Dispongo los elementos cortados en pequeños tacos, láminas o como se precisen para la ocasión. Abro el cajón donde duermen los cuchillos hasta que son despertados por los gritos sobrecogedores de las verduras; sus próximas víctimas.
Con respetuosas palabras cargadas de afecto invito al producto estrella a que pase con nosotros y disfrute de la velada. Los pollos son seres inteligentes y notan que detrás de esa invitación hay gato encerrado. Con ellos tengo que dejarme de sutilezas.
Los peces en general suelen ser ingenuos y caen en las redes por segunda vez en sus vidas. Acceden con gusto a introducirse por sus propios medios en las cazuelas, peroles y ollas preparadas para tal efecto. Una vez dentro tengo que poner la música a un volumen considerable para no oir los gritos y balbuceos finales de nuestros amigos. Un cocinero no tiene piedad y su meta final debe ser dirigir un programa de televisión. Para eso hay que mirar siempre al frente y no dejarse llevar por sentimentalismos.
No soy cocinero de carnes. No me suele gustar el manipulado previo ni su olor. Cuando no tengo más remedio acometo mi función de la forma más limpia y rápida. No me gusta recrearme en la fibra.
Cocinar es el principio de un breve ciclo que concluirá dos horas después en la mesa cuando engullamos todo aquello que se ha preparado con esmero. En esta Falla gastronómica no se distingue a veces el comensal de lo comido ni el comedor del comedero. Los límites son casi transparentes y la sobremesa esencial para reflexionar sobre si somos realmente lo que comemos. Yo ceo que si.
Programas de adelgazamiento. Reducciones de estómago, obesidad infantil, visitas al dietista, productos “light”, pastillas adelgazantes, estreñimiento, carencia de nutrientes, exceso de grasas. Todo un plantel de argumentos que invitan a calificar nuestros hábitos caníbales de extremos. SIGA BUSCANDO.